El fenómeno, sin embargo, tiene límites. Si las referencias culturales o perceptuales son distintas, la coordinación puede fallar
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La teoría de juegos explica un fenómeno sorprendente: las personas pueden coordinarse sin hablar y llegar a la misma elección aun cuando no existe comunicación.
Ese comportamiento se conoce como puntos de Schelling o puntos focales, una idea planteada por el economista Thomas Schelling en 1960 y hoy presente en múltiples áreas de la vida cotidiana.

¿Qué son?
El concepto parte de un principio simple. Cuando dos personas deben tomar una decisión por separado, pero ambas saben que conviene coincidir, tienden a elegir la opción que consideran “obvia” para los demás.
No se trata de preferencia personal, sino de intuición compartida.
Ejemplos clásicos muestran esa lógica: la mayoría elige “cara” al lanzar una moneda, divide cien dólares en dos partes iguales o selecciona un punto de encuentro emblemático como Grand Central en Nueva York si no tiene instrucciones.
Estos patrones revelan que la coordinación tácita surge de expectativas simétricas. Cada persona intenta adivinar lo que la otra cree que él mismo pensará.
Aunque parece un acertijo infinito, suele funcionar porque existen referencias comunes culturales, lingüísticas o históricas que guían la elección.
Los puntos de Schelling no solo actúan en juegos experimentales. También influyen en áreas como la diplomacia, donde se convierten en límites implícitos que evitan escalar conflictos.
Durante la Guerra Fría, y más tarde en la invasión rusa a Ucrania en 2022, la noción de hasta dónde podía llegar cada actor sin detonar una respuesta nuclear funcionó como una forma de coordinación silenciosa.
En la vida diaria, estos puntos aparecen cuando dos ciclistas se mueven al mismo lado para evitar un choque, cuando Facebook se volvió “la red social donde todos estarían” o cuando los precios de mercado tienden a alinearse sin acuerdos explícitos.

El fenómeno, sin embargo, tiene límites. Si las referencias culturales o perceptuales son distintas, la coordinación puede fallar.
Experimentos con personas daltónicas ilustran cómo una diferencia mínima puede romper la aparente obviedad.
Entender esas variaciones es clave para mejorar la cooperación, desde relaciones personales hasta decisiones globales.
Fuente: BBC






