En definitiva, tener un cabello sano no depende solo de los productos, sino de entender su biología y adaptar los cuidados a sus necesidades reales
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El cabello es mucho más que una cuestión estética: es una parte esencial de nuestra identidad.
Sin embargo, entender qué significa realmente tener un cabello sano va más allá del brillo o la suavidad que prometen los productos del mercado.
Según la dermatóloga británica Sharon Wong, especialista en trastornos capilares, la clave está en conocer su estructura y cuidar tanto el folículo como el filamento.

Cabello sano
El cabello humano está formado por dos partes: una interna, que incluye la raíz y el folículo piloso, y una externa, el tallo o filamento visible.
Aunque esta última es técnicamente “muerta”, su estado refleja la salud general del cabello.
Un cabello sano tiene una cutícula lisa y compacta, que actúa como una armadura protectora frente al calor, la radiación solar y los productos químicos.
Cuando esta capa se daña, el cabello se vuelve poroso, quebradizo y opaco.
Factores como la exposición excesiva al sol, el uso frecuente de planchas o secadores a altas temperaturas y los tratamientos químicos pueden deteriorar la cutícula.
La doctora Wong recomienda no superar los 180 °C al alisar el cabello y limitar la frecuencia de uso de aparatos térmicos a unas pocas veces por semana para evitar daños acumulativos.
El lavado también cumple un papel fundamental. El champú limpia el cuero cabelludo, creando una base para el crecimiento saludable, mientras que el acondicionador nutre el filamento y previene la sequedad.
La frecuencia ideal depende del tipo de cuero cabelludo: si es graso, conviene lavar el cabello a diario; si es seco, se recomienda espaciar los lavados.

En definitiva, tener un cabello sano no depende solo de los productos, sino de entender su biología y adaptar los cuidados a sus necesidades reales.
Fuente: BBC






