Expertos señalan que el fenómeno nace de una mezcla de sospechas, experiencias aisladas y algoritmos poco transparentes
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La idea de que existe una lista secreta de palabras prohibidas en redes sociales impulsa a millones de usuarios a modificar su forma de expresarse.
Ese fenómeno, conocido como algospeak, se ha vuelto parte esencial de la cultura digital, aunque las grandes plataformas lo descartan como un mito.
Sin embargo, la dinámica es más compleja: la percepción de censura, sumada a decisiones de moderación poco transparentes, ha creado un ambiente donde la autocensura domina.

Algospeak
El algospeak consiste en sustituir palabras sensibles por códigos. Quienes hablan de violencia dicen unalived; quienes mencionan armas las llaman “pew pews“; quienes se refieren a sexo usan “seggs”.
Aunque suene absurdo, muchos creadores creen que los algoritmos castigan términos directos y reducen el alcance de sus publicaciones.
YouTube, Meta y TikTok niegan tener listas de términos prohibidos, pero reconocen que moderan contenido “según contexto” para mantener la seguridad y la comodidad de los usuarios.
La falta de claridad alimenta sospechas.
Creadores c aseguran que sus videos bajan de rendimiento cuando mencionan ciertos temas o plataformas competidoras.
En su caso, videos sobre Jeffrey Epstein desaparecieron de TikTok sin explicación, aunque permanecieron sin problemas en Instagram y YouTube.
La historia reciente muestra que las plataformas sí manipulan qué se amplifica y qué se oculta.
Investigaciones han revelado casos en los que se limitaron contenidos políticos o se redujo la visibilidad de comunidades específicas.
Esa opacidad impulsó episodios tan peculiares como el “festival de música” de 2025, cuando miles usaron esa expresión para hablar de protestas contra ICE, convencidos de que decir “redadas” provocaría censura.

Detractores
Expertos señalan que el fenómeno nace de una mezcla de sospechas, experiencias aisladas y algoritmos poco transparentes.
Aunque las empresas buscan proteger a anunciantes y evitar crisis regulatorias, su capacidad de moldear el discurso público sigue generando preguntas sobre cómo nos informamos y qué temas logramos ver.
Fuente: BBC






